
Miguel Delibes (1920-2010), escritor español
Amigos míos, estoy seguro que como a mí les duele Querétaro; les duele un Querétaro diverso al que crecimos, ajeno a esos días de paz donde las páginas de sucesos hablaban de accidentes automovilísticos más que de delitos; aquel Querétaro donde un robo con violencia era noticia por la velocidad de respuesta de nuestros cuerpos de emergencia y no por lo que dejaba a su paso.
Hoy, lamentablemente, nuestras autoridades están más preocupadas por generar ingresos que por otorgar seguridad. El presidente municipal y su “adulador y consentidor” cabildo están concentrados en ver qué falta por concesionar y “vigilar” lo ya concesionado. Total, el queretano es pasivo, agachón y acostumbrado. Nos acostumbramos al pésimo servicio de limpia, nos acostumbraremos a los parquímetros en el centro histórico. ¿Qué impedirá que nos acostumbremos al clima de la inseguridad que quebranta la paz capitalina? El número de delitos está al alza y no solo en índices el ciudadano lo percibe; día a día lo palpa hoy el queretano tiene miedo de acudir a un cajero automático por temor a ser asaltado, los usuarios del transporte público abordan encomendando su camino al santo de su devoción (antes por el manejo, hoy por los atracos), el ciudadano promedio ha comenzado a modificar sus hábitos de vida, no se siente seguro, y el discurso oficial no abona en nada a la tranquilidad.
Lo más desafortunado es que no se ve, al menos de parte de los titulares de los órganos de seguridad, un rumbo establecido para regresar la tranquilidad a sus queretanos, pues piensan que con declaraciones que van desde “Si te asaltan no pongas resistencia”, “La inseguridad es cuestión de redes sociales”, hasta la célebre “En Querétaro no hay bandas peligrosas”, la ciudadanía se sentirá segura.
Cierto estoy de que su astigmatismo partidista no les permite visualizar y ser sensibles de que al ciudadano sus colores le importan un cacahuate; que no gobiernan para 6 mil fulanos que votan en el padrón blanquiazul y que todos los demás no pertenecen al tricolor y mucho menos les importa un demonio sus fobias y filias partidistas, solo quieren vivir seguros y en calma.
Es oportuno señalar la mediana y no menos aberrante política de comunicación social del señor Marcos Aguilar, quien en cuanto algún periodista o reportero (aunque no tenga cédula ni esté afiliado a su colegio a modo) le hace una pregunta incómoda, solicita su relevo de fuente; ni hablar de aquellas “plumas” que no son afines a su mandato y se les ocurre escribir algo que no agrade al Tlatoani, pues el osado “escribano” estará dispuesto a recibir los más ruines y mezquinos ataques de los “cibersicarios” que operan desde los sótanos del Centro Cívico, esos abyectos defensores comandados por el señor Silva que, desde su presunto anonimato, y suscribo presunto anonimato, hacen una campaña de odio y de culpas ajenas para salvaguardar sus “intereses”. Por cierto, bien valdría preguntarnos: ¿Cuánto cuesta a los ciudadanos ese ejército? ¿Acaso no es uso indebido del recurso público que “La lengua de Dante” tuitee en horas de trabajo?
Como siempre, la mejor opinión es la de usted. Recuerde, no me crea a mí, créale a sus ojos.
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