Después de un asueto más que obligado, este espacio regresa con pilas recargadas y, sobre todo, con ánimos de desmenuzar el ajo de la polémica elección de la presidencia municipal de Querétaro, que tanto ruido ha causado y ha dividido a Querétaro entre “buenos” y panistas.

Como todos sabemos, ganó Luis Bernardo Nava Guerrero, del PAN, y su más cercano adversario, el exportero José Adolfo Ríos García, sigue sosteniendo la teoría del fraude bajo sofismas salidos de las “brillantes” mentes de Carlos Peñafiel Soto y Ángel Balderas, consistentes en el “voto cascada” que en Querétaro rara vez aplica, ya que si algo caracteriza a la entidad es precisamente el voto diferenciado, como ha quedado en evidencia en los procesos 2009 y 2012, por mencionar algunos, y basta analizar las retrospectivas electorales del estado, que por cierto son públicas, para entender el comportamiento del voto en Querétaro y no jugarle al “aprendiz de brujo”.

Otro lánguido argumento de los “sesudos” operadores del “fundamentalista” candidato es la supuesta compra de votos; suscribo supuesta pues los videos que inundan las redes con los que pretenden probar su dicho me recuerdan aquellos del conocido “cazafantasmas” Carlos Trejo, que a través de la narrativa fáctica hacía ver fantasmas, brujas y toda clase de entes a sus fieles seguidores, aunque solo se tratara de productos de su amplia imaginación.

Con discursos que bien pudieron haber salido de cualquier líder cristero o sinarquista del siglo pasado, Ríos García alienta a sus seguidores a seguir en la lucha, ¡su lucha!, una lucha muy personal y de la mano de Dios, que hace pensar a este mundano escribiente que muy dentro de sí el portero se está creyendo que él debe gobernar por mandato divino a los impíos, lo cual es motivo de reflexión, pues muchos de los grandes crímenes de la humanidad han sido cometidos en el nombre de Dios y para su beneplácito.

Dicho lo anterior es que no logro entender cómo el presidente estatal de Morena, partido que ganó de manera contundente la elección federal y que poco o nada necesitó del partido del religioso Adolfo Ríos, se asuma como el “patiño” de la elección municipal haciendo segunda a los caprichos y lisonjas del “Portero de Cristo”. Es imposible entender cómo un hombre que cuenta con antecedentes diplomáticos y experiencia empresarial como Carlos Peñafiel, se reduzca a ”botarga vocera” del deportista. ¿Por qué Carlos Peñafiel Soto asume el papel de segundón en esta tragicomedia electorera? ¿Por qué reducir un triunfo histórico nacional a solo un municipio? Quizá y solo quizá, Carlos Peñafiel se siente responsable de los pésimos resultados en el estado; a lo mejor su conciencia no le deja dormir al haber sufrido la aplanadora azul; pudiera ser que no encuentre el cómo justificar más de 15 millones de pesos en prerrogativas que no rindieron frutos en la elección local; quizá siendo más simplón, todo se reduzca a una lejana Secretaría de Obras Públicas comprometida para la familia.

Lo único cierto es que Peñafiel Soto está llevando al límite el proceso por un candidato ajeno a su partido, contrario a sus principios básicos, y en esta ecuación el gran perdedor es Morena.

A título personal

Quien debe estar muy pero muy triste es el “Tlatoani del Cimatario”, pues a pesar de regresar al feudo, las cosas no le salieron como esperaba, pues sus rivales políticos Mauricio Kuri y Luis Bernardo Nava le ganaron a sus candidatos. Además, diversos estacionamientos de centros comerciales le ganaron sendos amparos que declaran inconstitucional la gratuidad de 2 horas.

¡El poder en decadencia!

Como siempre, la mejor opinión es la de usted. Y recuerde, no me crea a mí, créale a sus ojos.

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