
Gustavo Díaz Ordaz (Antes de la matanza del 68)
Día con día se incrementa en Centro Cívico la esquizofrenia originada por la desaprobación generalizada de quien la sociedad y la historia juzgará como el presidente municipal capitalino más corrupto de los últimos 20 años; esquizofrenia que se ha extendido a la primera línea, haciéndose más evidente en el encargado de la política del municipio, Manuel L. Velázquez Pegueros: Mire que salir a declarar que en el territorio del Tlatoani meterán a la cárcel a quien se oponga a sus dictatoriales decisiones. Siendo perito en derecho, solo puede entenderse como un desajuste emocional o de plano como un intento desesperado por agradar a su jefe.
Evidentemente Marcos Aguilar, fiel a sus delirios pinochetistas, intenta a través de su secretario de Gobierno hacer sentir ¡mano dura! En pocos días veremos más policía en las calles, pero no se confunda, no será para brindar protección ante el inminente incremento de inseguridad que se vive en la entidad. ¡No! Será única y exclusivamente para servir los intereses y órdenes de los empresarios de las concesiones ante el temor de la galopante a sus opositores; temor que resulta “fundado” en que no culminen con éxito el negocio emprendido y los socios se molesten y las ganancias prometidas no fluyan de la manera correcta.
En ese mismo tenor vemos que las instalaciones de los “marquímetros”, así como diversas acciones en torno a ellos, se realizan a altas horas de la noche actuando bajo el amparo de la oscuridad, tal y como lo hiciera el chileno para intimidar a sus opositores e imponer su referéndum en 1989.
Lo más grave, quizá amable lector (aunque en este sui géneris gobierno resulta difícil medir gravedad), es que los derechos humanos para la administración municipal son letra muerta, al menos así lo evidencia al decir que en Querétaro nunca se han respetado los derechos humanos, lo cual pareciera llevar intrínseca una sanguinaria declaración de guerra a quienes desde las diferentes trincheras sociales manifiesten su inconformidad con su graciosa majestad Marcos I, ante lo cual me surge la incógnita: ¿Será tal el poder económico -suscribo “económico”- de Marcos Aguilar Vega, que logre corromper a las instituciones administradoras de justicia como para judicializar la protesta?
Ante esta situación, lo único que podemos tener es esperanza y tratar de confiar en que el Tlatoani dictador no logre corromper a más instituciones como ya lo hizo con el municipio.
Sería irresponsable de mi parte no terminar este espacio recordándole otro rasgo de dictador que en lo que lleva de mandato Aguilar Vega ha hecho evidente, y es aquel de repetir una mentira muchas veces para hacerla verdad , como se hiciera en el Reich para ocultar los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Führer.
Como siempre, la mejor opinión es la de usted. No me crea a mí, créale a sus ojos.
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