El presidente de la República mantiene su campaña de odio y división entre la sociedad mexicana. Este domingo, de viaje por el estado de Veracruz, ante cientos de asistentes en espera de los obsequios que va dando López Obrador, a lo largo y ancho de la República Mexicana, vuelve a la cargada.
Afirma que se terminó el “huachicoleo”, el robo de combustible que hacían las anteriores autoridades; obvio, el mensaje va preñado de odio a quienes le antecedieron y él es el salvador de la nación. Les dijo que él creará 500 mil empleos en la región. Antes todos eran corruptos, desde su llegada eso terminó, insiste una y otra vez, por lo tanto, los malos son aquellos que ya no están en el gobierno y los decentes, los honestos están con él. Repudien, odien, desprecien a quienes estuvieron el gobierno, ellos eran corruptos. Sin duda alguna que también es una campaña electoral abierta, nada de disimulos, nada a medias tintas; abierto y cínico, remarca que los malos ya no están, así que para las próximas elecciones no habrá que votar por los corruptos. ¿Quiénes son ellos? La oposición, PAN y PRI, principalmente. Ese es el mentiroso mensaje que a diario emite a los medios de comunicación y estos replican sin chistar.
No es explicable que un presidente de la República acuse sin fundamento, sin denuncias, sin pruebas y califique, sin embargo, de corruptos a sus antecesores. Ese fue el pilar de su campaña y continúa en la misma tesitura, la de acusar sin una prueba, al menos hasta ahora. Ese odio que difunde entre la población permea, profundiza; pero, para que no se piense que él es malo, habla incluso de la biblia y conmina a todos a portarse bien, afirmando que es pecado hacer el mal, portarse mal. Un cínico y descarado doble discurso del Presidente de la República. Las cotidianas declaraciones del López Obrador, confirman lo que afirmo en esta columna.
Para muestra de lo que ha vertido en sus encendidos discursos, está la cancelación del NAIM de Texcoco; siempre estigmatizó a los empresarios de corruptos y esa era una de las causas de la cancelación; contrario a sus descalificaciones, a esos empresarios que tildó de corruptos, les ofreció obra pública en lo que será su caprichoso aeropuerto de Santa Lucía. Mayor cinismo no puede haber. El mismo presidente de la República se contradice y autodescalifica; lo inconcebible, en lugar de repudiarlo por sus mentiras, los fanáticos seguidores le aplauden, toleran calumnias y echan porras. Para deslindarse de la responsabilidad de los 125 muertos (hasta hoy) en el municipio de Tlahuelilpan, Hidalgo, tragedia que pudo evitar de haber cumplido con la ley; en lugar de asumir las obligaciones y responsabilidades de ser el Presidente de la República, López Obrador, aceptó que no dio la orden de desalojo cuando pobladores robaban combustible propiedad del gobierno federal, estando en ese lugar las fuerzas públicas a unos metros de donde se sucedían los hechos; López dijo y reafirmó, no usaré a las fuerzas públicas para reprimir al pueblo, decidió entonces la salida política, esa que no está en ninguna parte de la Constitución ni leyes secundarias. Para colmo, echo la culpa a quienes ya no gobiernan, con las frases “si hubieran, si no hubieran”; verbo que no se actualiza, el hubiera no existe, es o no es, así de sencillo; nuevamente jugando con la semántica.
El presidente culpó de la tragedia a las costumbres y hábitos que aprendieron de los anteriores gobiernos; además justificó el robo del combustible como una acción a cargo de los “pobres y sin empleo”. Razón por la cual, para que se olviden los pobladores del suceso, tanto los deudos de los occisos, así como el común de los mexicanos, de la torpeza cometida y descarada responsabilidad de López Obrador, éste ofreció dar dinero a todo aquel que se dedique al robo de combustible, para que tengan un modo honesto de vivir. Habrase visto semejante embuste y manipulación; además, seguramente el gobierno federal pagará cientos de millones de pesos para evitar problemas subsecuentes. La CNDH, tibiamente inicia una investigación oficiosa y adelanta que no acusa a nadie de la tragedia. Sumisión consentida, cobardía expresa y manifiesta del titular. Por supuesto el Fiscal General, empleado de López Obrador, incapaz de hacer nada sin la orden del Presidente de la República, guara silencio, hace mutis cobardemente.
Uno de los últimos sucesos que dejan mal al presidente López Obrador, por su doble discurso y falta de capacidad para gobernar, es el del estado de Michoacán. El bloqueo de las vías del ferrocarril por parte de uno de sus aliados, la CNTE, causó millonarias pérdidas a los empresarios que por más de 15 días no pudieron mover mercancías; toda la culpa del conflicto la derivó en su antiguo compañero de partido, Silvano Aureoles Conejo, gobernador de Michoacán, por no pagarle salario y otras prestaciones a los delincuentes de la CNTE. Silvano, a su vez, culpó al presidente de la República. Hubo que desembolsar mil 200 millones de pesos para el grupo delincuencial y ni así liberaron todas las vías, siguen bloqueadas las que corresponden a Uruapan y otras 2 más, de tal suerte que los daños y perjuicios continúan.
López Obrador se conformó con regañarlos y decir que lo hecho por la CNTE estaba mal ¿Para eso quería ser Presidente? El bloqueo de las vías es un delito federal y nada hizo el Fiscal General, Alejandro Gertz Manero. Dos problemas totalmente diferentes; uno, es el pago a los delincuentes que no dan clases; el otro, el bloqueo de las vías, considerado por el Código Penal Federal, como ataques a las vías de comunicación, artículo 167 fracción III.
Sin duda alguna, hay mucho más que comentar de las mentiras, doble discurso y afán del Presidente por incidir en el odio entre los mexicanos, como el ejército en las calles, que en campaña prometió regresar a los militares a los cuarteles, ahora quiere una ley a modo para comandar otro ejército encargado de la seguridad pública. Un inminente peligro, en manos de un Presidente acostumbrado a no respeta la ley.
El presidente miente por sistema para deslindarse de cualquier responsabilidad y echa culpas a terceros, siempre y cuando no sean militantes de su partido político, a esos no los toca. La política maniquea de la mentira no cesa y al parecer así continuará, la doble moral del gobierno que encabeza, de forma sarcástica crea una cartilla “moral” para portarse bien, cuando su inventor, gestor de la Cuarta Transformación es un empedernido violador de esa cartilla.
López Obrador cumple un doble propósito con sus discursos maniqueos; uno de carácter electoral, él sigue en campaña y para este año habrá varias elecciones constitucionales en algunos estados, como ejemplo y primordial está Puebla; el otro, incidir, ahondar, agrandar, ensanchar, profundizar el odio, el desprecio a la posición, a esos que califica y descalifica, estigmatizándolos de “fifís”, a ese enorme grupo de mexicanos los considera sus enemigos, a los que pretende doblegar o sumarse a las huestes que lo glorifican, los que, por cierto, son 60 millones aproximadamente. Con tanta mentira y generación de división entre los mexicanos por parte del Presidente de la República, seguramente el grupo en contra crecerá y se fortalecerá. “Las benditas” redes sociales así lo confirman.
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