#Debate

En unas horas comenzará el primer debate electoral con los cuatro principales candidatos a convertirse en el próximo presidente del gobierno español: Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pablo Casado, del Partido Popular (PP), Pablo Iglesias, de Unidas Podemos, y Albert Rivera, de Ciudadanos.

Se prevé que el debate sea tan tenso como la batalla que se libra en las redes sociales y en los medios de comunicación, donde el tono airado de los candidatos no deja de sorprender. Insultos y noticias falsificadas (fake news) están a la orden del día.

La exclusión del debate de Santiago Abascal, líder de Vox­­­– partido de extrema derecha que se perfila como el probable facilitador para un gobierno del PP y de Ciudadanos–, debido a que no cuenta con representación parlamentaria, ha abierto una herida entre sus seguidores, que han incendiado las redes con memes en los que Abascal aparece como un superhéroe que salva España de los enemigos de la patria: inmigrantes, homosexuales, feministas y comunistas, entre otros.

Hace unas horas, el líder de Vox, empresario de 43 años, aseguró en una entrevista televisiva que «jamás se tomaría un café con Pablo Iglesias», su rival más antagónico; augurando así un ambiente crispado en el Congreso de los Diputados tras las elecciones del domingo.

Las encuestas prevén para Vox un resultado mediocre: en torno a los 26 diputados de 350. Sin embargo, su papel como llave para facilitar la investidura de Pablo Casado o de Albert Rivera, como ya ocurrió en Andalucía, convierten a este partido en una amenaza directa para el bloque de izquierdas, representado por PSOE y Unidas Podemos.

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha bautizado como el “eje de la involución” a los tres partidos de derechas y pide el voto a los indecisos para «evitar el retroceso de la sociedad española».

Entre las propuestas electorales de Vox, se encuentra la prohibición de que la sanidad pública cubra las intervenciones quirúrgicas «ajenas a la salud», como el aborto y el cambio de género; la deportación de los inmigrantes ilegales a sus países de origen; la derogación de la Ley de Violencia de Género, por considerar que no existe tal cosa y que es un subterfugio para imponer las tesis del feminismo radical; y la edificación de un muro «infranqueable» en Ceuta y Melilla para evitar la entrada de inmigrantes subsaharianos.

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