Hace unos días sorprendía Javier Lozano, senador del PAN, al anunciar su salida y adherirse a la campaña de José Antonio Meade; este día la sorpresa la dio otra senadora, del PAN, Gabriela Cuevas, aguerrida y en ocasiones irreverente en defensa de las causas panistas, anunció que se iba a fortalecer las filas de Amlo, de quien ahora se expresa de maravilla, todo por una candidatura de diputada federal plurinominal; sus compañeros dijeron que era una rabieta por no acceder a sus caprichos de otra candidatura más. Ahora dice la senadora que Amlo es excepcionalmente bueno e incluyente. Lo cierto que Ricardo Anaya, candidato del PAN a la Presidencia de la República, mucho se esmera por seguir desmoronando a su partido. En México ya nada ni nadie sorprende en política; en materia de “movilidad” también se modernizan, los de derecha se van a la izquierda y viceversa o se alían, con tal de acceder al camino que los conduce al poder público; no hay principios, no hay ideales, tampoco hay ideologías inmutables. Todo es negociable entre los políticos. Hasta artistas, deportistas y comunicadores le entran al juego del poder buscando la nómina del gobierno.
Y las encuestas sobre preferencias electorales, como el badajo de campana, se mueven de lado a lado. También los empresarios le entran a las “catapricias” y se suman a unos o a otros “precandidatos”, toda vez que legalmente aún no hay candidatos y tampoco dan comienzo las campañas en forma. No se sabe de plataformas electorales ni propuestas formales dado que la ley lo impide, lo prohíbe y el INE listo para sancionar al que incurra en develar sus ideas de gobierno, tal y como lo hace Andrés Manuel López, pero él es la excepción y no es sancionable, armaría tremendo escándalo si alguna autoridad osa castigarlo, se quejaría de “represión” y se haría la víctima para conseguir más seguidores a su causa de regeneración. La gente está cansada de los políticos y estos no entienden, roban unos y roban otros, los pillos los hay en todas partes; ahí está Ricardo Anaya, que en un abrir y cerrar de ojos se volvió millonario dedicándose a la política; no se diga varios exgobernadores priistas que, unos están presos y otros prófugos de la justicia; aliados de los políticos se agazapan para no ser descubiertas sus pillerías. El sucio juego de la política en todo su apogeo.
Tan bueno es el juego de la política que todos aquellos que han probado el poder, se han enriquecido y al haber vivido en ese medio, no desean abandonar el barco de la abundancia, por eso gente como Gabriela Cuevas, buscan una tablita de salvación para seguir gozando del presupuesto; también está el ejemplo de Alejandra Barrales, quien después de ser dirigente sindical de azafatas, hoy es dueña de inmuebles millonarios y próspera empresaria, al igual que Anaya, solo por mencionar unos casos; así hay muchos más. Esos que saben perfectamente de los beneficios que deja en el camino el ejercicio de exacción del cargo de elección popular afanosamente vuelven a buscan otro cargo ahora que está por fenecer aquel que les otorga su partido o el partido que los cobija, a pesar de que no concuerden con su filosofía; así vemos exgobernadores que pretenden seguir en la política, muchos de ellos ya sin necesidad del cargo, lo que buscan es el poder. Secretarios o exsecretarios de estado también se apuntan ¿Qué son los mejores? Por supuesto que no, son los que se apoderan de los cientos o miles de espacios que deja desde una regiduría hasta la misma Presidencia de la República; esos sí, no importa la ideología, todos coinciden en que “nacieron para servir al pueblo”, les gusta el ejercicio del poder para ayudar a la sociedad, sí, pero todos cobran, nadie renuncia a cobrar los emolumentos, nadie; bueno, hasta deportistas se han metido en la política, Gabriela Guevara que ha pasado inadvertida como senadora de izquierda o Cuauhtémoc Blanco, a quien solo se le conocen sus escándalos, mas nada extraordinario durante el ejercicio del cargo de presidente municipal. Que decir de la “Corcholata”, Carmen Salinas, diputada federal del PRI, a quien solo se le ha visto dormida en su “curul”. El otrora “enemigo de Amlo”, priistas de hueso colorado, causante de la caída del sistema electoral en el año de 1988, el poblano Manuel Bartlet Díaz, hoy es aliado de los enemigos; que decir de la irreverente Layda Sansores, también expriista que abandonó las filas del PRI, para convertirse en aguerrida legisladora de izquierda que agrede, ofende y vitupera a los priistas, lugar en donde se creó y amamantó por años. El pragmatismo de los políticos en plenitud.
¿Quién sigue en la larga lista? En Querétaro también se cantan las mismas canciones y vemos como militantes de muchos años huyen de sus partidos para alcanzar otras oportunidades; el mayor número de ejemplos está en el PRI, que “comanda” Juan José Ruiz Rodríguez, -que no dirige- los tránsfugas o “chapulines” en la búsqueda de oportunidades; el PRI, ha “amamantado” sin cansancio a otros partidos. El mismo Ricardo Anaya en sus inicios formó parte de las filas priistas, aunque luego no haya constancia de los registros o lo nieguen como pecado oculto. Por lo pronto, los “obsequios” ya empezaron a entregarse a unos y a otros se les dice que se sumen a la candidatura de unidad; dos exgobernadores ya buscan la oportunidad en el senado, uno priista, el otro panista ¿No se cansaron? Parece que no, quieren seguir en la política. Hasta el mes de febrero, mes del amor, se decidirán todas las candidaturas, hasta entonces, se sabrá cuántos más se sumarán a la lista de los tránsfugas. Y es que, hoy en día varios dirigentes de partido están a casa de -head hunters- candidatos y candidatas, y más de algún militante de partido distinto, seguramente será candidato de otro partido que no es el suyo, todo por alcanzar la ansiada candidatura. Y luego se preguntan los políticos el por qué la sociedad no gusta de ellos y desconfía de su actuar; pero, estos bien saben que unos cuantos votos son suficientes para encumbrarlos en el poder y a eso le apuestan ¿Se imagina el voto pulverizado en 11 partidos más los independientes? Menos la resta de la tradicional abstención del 40 por ciento -al menos-. Con un raquítico 25 por ciento logran asirse del poder, a eso le apuestan los políticos y advenedizos.
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