Creo que nadie puede dejar de lado el tema de “Los Cantaritos”; y seguramente el romanticismo del relato y la búsqueda de la nota de lágrima fácil abonarán –como bosta vacuna en tierra seca– para que el hecho mantenga vigencia, pues entre marchas pírricas y familiares que exigen la cremación de sus difuntos –aunque por las condiciones de la muerte no sea posible hacerlo–, el tema sigue y seguirá dando de qué hablar.
¿Pero se ha preguntado por qué el hecho generó semejante revuelo? Sencillo, porque sucedió en Querétaro. ¡Así de fácil!
Y antes de que profiera algún recuerdo a la fémina con la que guardo parentesco ascendente consanguíneo de primer grado, le explico. Si bien los hechos son deleznables y abominables, no menos cierto es que en la vorágine de violencia que azota al país son cotidianos, y en algunos casos hasta tolerados, según el acuerdo social vigente en el territorio. Simplemente basta con voltear a estados circunvecinos para probarlo.
Con lo anterior no pretendo excusar la violencia ni promuevo su normalización, no se vaya a turbar y descalifique de origen la idea. Mi punto es que el mismo día, e incluso a las mismas horas, estaban sucediendo hechos similares en otras entidades, con saldos mucho más salvajes que los de aquí. Sin embargo, los de Querétaro cobraron mayor trascendencia por una sola razón: ¡Ocurrieron en una ciudad santuario!, o mejor dicho, en la Ciudad Santuario del país por excelencia. Ese lugar que sí de por sí es seguro, la cosmovisión del país y la utopía consentida por los locales e incentivada por las autoridades da una artificial sensación de invulnerabilidad a quien la visita o la habita. ¿No me cree?
Simplemente vea cuánto capitalino o mexiquense, que en su tierra es incapaz de usar una sola pieza de joyería –aunque sea de fantasía– se emperifolla a la menor provocación para asistir a cualquier restaurante medianamente caro, a sabiendas de que no será asaltado.
Vaya y pregunte cuántos de sus conocidos tienen un dummie de celular para ser entregado en el transporte público o traerlo en el carro para ser entregado en los atracos. Seguramente nadie; a menos, claro, que sea nuevo en la ciudad o, de plano, sus niveles de paranoia rayen en los límites.
Sé que habrá quien afirme que Querétaro no es seguro. Ojalá y me diga en qué estación de Qrobus nos vemos para partirnos la madre –¡perdón!, ¡lo reconozco! ¡me ofusqué!–; pero ya en serio, lo invito a que observe su entorno, pálpelo, paladéelo, ¡dele el golpe, pues!
Al final, esa es nuestra realidad y no admite abstracciones subjetivas, por lo que es el único parámetro cierto de lo que ocurre; no es Xlandia y su fatalismo, no son los activistas de siempre y su discurso caótico para reunir escasos 70 fulanos en su dichosa marcha por la paz, no es el columnista cáustico y cínico de los lunes. No. Es el que usted ve y camina, el Querétaro de a de veras.
“Al buen entendedor, pocas palabras”.
Ahora resulta
Por cierto, derivado de los famosos hechos, ya salieron las “hermanas de la caridad” y en “solidaridad” cierran las famosas cantinas “Selva Taurina” y hasta sentidos comunicados mandan. Pero lo que no comunican es que comparten a su “mimoso” dueño con los “Cantaritos”, y que este, puso pies en polvorosa desde aquel fatídico sábado.
“El que es panzón, aunque lo fajen”.
Consecuencias
Donde también cayeron tepalcates fue en la administración capitalina, pues resulta que Julio Ángel Rodríguez Cevallos, quien fungía como director de Inspección desde el pasado primero de octubre, oportunamente olvidó que tenía una licencia de restaurante bar activa, lo que es un evidente conflicto de interés, por lo que el alcalde –ni tardo ni perezoso– le dio las gracias sin esperar mayores explicaciones. ¡Y cómo no!, sSi “el que traiciona una vez, traiciona siempre”, y el cesado traicionó su confianza.
“Mas vale una vez colorado que cien descoloridas”.
Irónico
Mientras los panistas –ante la duda– cortan cabezas y se quitan de especulaciones, los morenos embriagados de poder premian a sus pillos, o al menos lo intentan, ya que de no ser por la oportuna intervención del diputado Sinuhé Piedragil, la exaviadora Patricia González Miranda ya estaría cobrando desde la semana pasada como encargada de Becas en la Delegación del Bienestar.
Pero no crea que la cosa acaba ahí, pues ahora buscan premiar su “morenismo foca” y su probada corrupción haciéndola representante del INEA en el estado. No cabe duda, esos güeyes solo ven la paja en el ojo ajeno y no a la aviadora que tienen enfrente.
“Hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.
Mención aparte
Merece el discreto jefe del Gabinete municipal, José Luis Báez Guerrero, quien ante la crisis del sábado pasado mantuvo la calma e hizo lo que tenía que hacer y como se tenía que hacer, permitiendo al secretario de Seguridad Pública poner el pecho ante los lamentables hechos ocurridos.
“El que sabe, sabe, y el que no, hasta el año que entra”.
¿A none está Iovan?
Por cierto, ¿alguien ha visto al secretario de Seguridad Ciudadana del estado? Como que ya va siendo tiempo de que se trague los sapos que le tocan, pues es muy cómodo escudarse tras los pantalones del señor gobernador, que por generoso y bonachón está sufriendo todo el desgaste.
“A cada marranito le llega su San Martín”.
Lenguas viperinas
Cuentan que al que de plano le dijeron que ya no hablara –porque cada que lo hace la c#%a y por eso no sale de su madriguera– es al fiscal del estado, pues entre sus “tecnicismos y su ego” suele meterse en camisa de once varas.
“En boca cerrada no entra activismo”.
Como siempre, la mejor opinión es la de usted. Y recuerde, no me crea a mí, créale a sus ojos.
18
Nov 24
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