[Me Lleva el Diablo] Construir la paz para acabar con la pesadilla llamada violencia

A propósito de la reapertura de estadio La Corregidora, y la campaña o actos para reivindicar la paz social en el estado, este artículo se publicó en este espacio hace un año exactamente; y a un año de ello, está tan vigente que la campaña abarca el deporte, la música y otras actividades que tienen como objetivo arraigar la cultura de la paz.

Se los volvemos a dejar, lo recordamos para dejar constancia que hay memoria histórica, para que no se olvide.

Quizá la peor pesadilla para un ciudadano, de cualquier lugar del país, sea quedar atrapado en algún sitio donde se desarrolle un acto violento. Sin saber cómo escapar, sin saber si saldrá de allí ileso, incluso vivo. Golpe tras golpe, el país parece no encontrar el fin de esta pesadilla que significa la violencia.

La violencia en todas sus manifestaciones: de género, familiar, por delincuentes, por el gobierno, laboral, económica, social; la peor pesadilla de los mexicanos es la violencia.

Hace casi una semana nos sacudió lo sucedido en el estadio La Corregidora, algo que resultó preocupante debido a que se pensaba poco probable la generación de violencia sin justificación creíble. Atónitos nos quedamos ante la condena e indignación prácticamente unánime de la comunidad nacional e internacional y de todos los queretanos.

Ahora circula un video en redes sociales donde dos mujeres se trenzan a golpes por un incidente menor de tránsito.

Ya se habló y se escribió mucho sobre el tema de la Corregidora pero este simple hecho debería movernos para reflexionar acerca de la importancia de la paz en nuestros días, valorar nuestra actitud de cara al prójimo, la forma en la que interactuamos con lo que nos parece diferente a nosotros, cómo dialogamos ─si es que lo hacemos─ con el otro.

Sin querer ser moralista, para nosotros los queretanos este ejercicio debería estar más presente ─dialogar por la paz─ y resulta ser aún más necesario y urgente, sobre todo porque parece que en los últimos días se nos han presentado ciertas circunstancias ─no solo lo violento del sábado pasado, sino la violencia en que se encuentra sumergido el país─ y se han puesto de manifiesto ciertos datos, que deberían obligarnos a revisar nuestros hábitos y actitudes personales y como sociedad.

Si lo acontecido el sábado no nos dejó pensando que algo nos está pasando como sociedad, permítame compartir con usted otro dato importante para alimentar la reflexión de la importancia de vivir en paz.

El lunes 7 de marzo, el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal publicó su ranquin (2021) de las 50 ciudades más violentas del mundo, con motivo del cual se concluye que México se ha consolidado como el epicentro mundial de la violencia urbana, dejando de lado a los países y ciudades que se encuentran bajo un conflicto bélico.

Lo bueno es que Querétaro no se encuentra en este ranquin.

Ocupando en esta ocasión el primer sitio la ciudad de Zamora, Michoacán, y de ahí, cual medallero, las siete posiciones siguientes también corresponden a localidades mexicanas: Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya, Juárez, Ensenada y Uruapan.

Nuestro país es el que más entidades tiene, pero no aparece Querétaro, a pesar de los violentos hechos de La Corregidora.

En este ranquin, logrando acumular un total de 18 ciudades violentas, seguido de Brasil con 11, Estados Unidos con 7, Sudáfrica con 4, Colombia con 4, Honduras con 2 y Puerto Rico, Haití, Ecuador y Jamaica con 1 ciudad cada uno de estos últimos países.

El martes se celebró en México ─y en decenas de ciudades del mundo─ el Día Internacional de la Mujer. Para las mexicanas, las queretanas, fue una ocasión para salir a las calles y demandar acciones que eviten la muerte de 11 mujeres al día debido a su género.

Nada es más urgente para ellas que encontrar una forma en la que el despliegue de violencia machista deje de costarle la vida a cualquiera.

Hay más datos, muchos más, pero así nos ven a los violentos mexicanos en el extranjero.

Nos hace falta replantear nuestros valores, pero no de una manera impuesta. Por el contrario, se debe tener capacidad de diálogo, tolerancia, hablar de generar la paz.

Dicho en otras palabras, se tiene que construir la paz por vía de la educación y el diálogo constante, que son fundamentales para construir una sociedad más resiliente y empática.

No podemos esperar erradicar la violencia sin fomentar el respeto a la vida de todas las personas, y en todo ello está la paz; sí, la paz, pero con justicia sin distingos.

A un año, sigue vigente lo que en su momento se dijo.







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