Los dos principales partidos del momento, PAN y Morena, se encuentran en un verdadero dilema existencial, por lo débil que parece se encuentran internamente.

Metidos en una burbuja donde se enfrentan a gritos y sombrerazos, que se refleja en un Poder Legislativo sin representatividad y que ha sumido el puesto de diputado a un vulgar medio de vivir –eso sí, vivir en la opulencia–, no atinan a ver más allá de sus narices su verdadera situación: los ciudadanos reprueban a ambos partidos.

El PAN no termina de reponerse de la debacle que le dejó la elección del 2 de junio, cuando ya tiene en puerta un conflicto que puede terminar por hundirlo electoralmente. En Morena, la división interna, la lucha por el poder, por la candidatura a gobernador en el 27, los tiene perdidos en el espacio y tiempo.

Veamos primero lo del PAN que, quieran o no, perdieron muchas posiciones el 2 de junio, votos fueron los que perdieron, y uno de sus bastiones de apoyo tradicional como los empresarios ya buscan otra alternativa para participar en el mapa electoral local.

El movimiento Marea Rosa, que promovió, organizó y apoyó al PAN para enfrentar a Andrés López Obrador y a su partido Morena, ante el fracaso que tuvo la oposición ya busca mejor en constituirse en partido político. Ya iniciaron los trabajos de la Marea Rosa en la entidad y realiza un “escaneo” entre empresarios queretanos para que se integren a la conformación de un partido político nacional tan pronto se abra la convocatoria por parte del INE.

De convertirse en realidad la iniciativa de Marea Rosa en Querétaro, será un duro golpe al PAN local, porque en gran parte la fortaleza del blanquiazul en la entidad está en el sector empresarial, al margen de las familias enteras que viven del erario cuando gana el PAN; son los empresarios los que realmente mandan en ese partido, aunque hay que decirlo, es el poder económico el que manda en Querétaro, no solo en el PAN.

Si Marea Rosa se convierte en partido político, ya podemos ir pensando en que el PAN piensa entregar el poder en el 27; y si en un primer momento se podía pensar que se lo entregaría a Morena, ahora se abre otra alternativa.

En el 27 el PAN puede dar paso a una tercera alternancia, y no precisamente con Morena, la buscaría con Marea Rosa, aunque corre el riesgo real de que solo logre dividir a un ya dividido partido.

Nada está dicho aún, la moneda está en el aire; igual ni a partido llega la tal Marea Rosa, pero la amenaza está ahí.

En Morena las cosas no están mejor que en el PAN. Han perdido la brújula y, festivos, han cometido errores de primer año; el principal es creer que tiene mayoría absoluta en la entidad y que ya ganaron el 27 sin hacer nada, solo política de gritos y sombrerazos, que lo único que pone en evidencia es la división interna, que presenta un partido fracturado guiado por profetas que se sienten inmaculados para ser “el candidato a gobernador, porque soy cercano a Claudia”.

Dividido en un montón de grupos, sin una ideología que los identifique, los morenos no aterrizan lo que pasó el 2 de junio; y aunque es verdad que avanzaron mucho al obtener triunfos donde ni siquiera lo tenían pensado, ahora viven en la irrealidad, e igual que en el PAN, no ven por dónde y cómo caminar.

La actuación de Morena, los representantes de los diferentes grupos –hay como 10–, un día sí y otro también se encargan de posicionar en los medios el mensaje de la división que viven.

Compiten sus principales activos políticos en una carrera mediática sin sentido, queriendo posicionar su imagen personal, y solo logran que poco a poco la ciudadanía les vaya a voltear la espalda.

Divididos se ven, divididos están, y una muestra es lo que pasa en el Congreso del Estado, aunque digan que los actuales legisladores de la 4T no son ya de Morena, es un espejo de lo que viene en la siguiente legislatura.

Ayer el Congreso del Estado notificó al gobernador Mauricio Kuri que se aceptó la renuncia del fiscal general, un proceso que el coordinador de los diputados del PAN, Guillermo Vega, consideró “legítimo”, pues, señaló, inclusive contó con el apoyo de diputados de la llamada Cuarta Transformación.

Justo este hecho generó el rechazo de Alejandro Pérez, secretario general de Morena, quien señaló que es “tiempo de definiciones”, y recriminó que los morenistas Juan Jiménez, Yasmín Albellán y Ricardo Astudillo –líder local del PVEM– hayan apoyado el dictamen “pese al desacuerdo que manifestaron representantes de la 4T”.

Ni qué decir, el señalamiento es una muestra de lo que pasa en Morena: sin líder real, cada uno jala para su lado; si no lo cree, vea la agenda mediática de Santiago Nieto, de Gilberto Herrera, de Luis Humberto Fernández, de Max, de Piedragil, de todos; cada uno va por sus canicas, e igual la juegan sus aliados del PVEM y PT.

No asimilaron el madrazo que les pusieron con lo del distrito local 14, y aunque es verdad que van a impugnar en el TEPJF –órgano que los Morena quieren desaparecer–, ganen o pierdan, la experiencia parece que no les sirve.

Dan la impresión de ser más bien una oposición de papel; a todos les gustan los medios de comunicación, pero pocos tienen una narrativa coherente.

Morena en la entidad se acerca a ser más una oposición domesticada que un movimiento que cogobierne con Mauricio Kuri, que ya dio muestras de que de política sabe y aprovecha todo: lo que la ley le permite y lo que Morena le deja hacer porque no tiene una línea de cómo va a actuar frente al gobierno panista, igual hay como 3 grupos: los negociadores, los radicales y los de siempre.

Una oposición domesticada es lo que se ve que viene con Morena, y no lo decimos de manera peyorativa sino descriptiva; y todo porque sus adversarios, es decir el PAN, aprovechan la división que viven los morenos, producto principalmente de las ambiciones personales.

PAN y Morena, partidos que están partidos; pero bueno, es lo que hay, porque ni el PVEM ni Movimiento Ciudadano y menos el PRI son opción, aunque ahí Marea Rosa amenaza con llegar con todo y por todo.

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