Otra ocurrencia del presidente López para perjudicar a empresarios del ferrocarril. ¡Más poder a la casta militar!
López publicó un decreto administrativo para abrir a “concurso” la participación de privados para que inviertan en ferrocarriles que presten servicio público de pasajeros. Dio un plazo que vence el 15 de enero de 2024, para que decidan si participan o no; de lo contrario, el Ejército y la Marina entrarán en el mercado de pasajeros por tren: los nuevos empresarios que ya administran el Tren Maya y el del Istmo. Así de simplón el presidente.
En los considerandos de su decreto plasma sus frustraciones políticas sobre las “privatizaciones”.
Reza el párrafo quinto lo siguiente: “Que fue realmente una desgracia el que el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, continuador de la política salinista, haya privatizado los ferrocarriles en México, pues el 2 de marzo de 1995, se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma al cuarto párrafo del artículo 28 constitucional. Dicha reforma sustituyó el régimen de participación exclusiva del Estado en los ferrocarriles a fin de permitir la participación de privados mediante el otorgamiento de concesiones. En consecuencia, el 12 de mayo del mismo año, se promulgó la Ley Reglamentaria del Servicio Ferroviario la cual permitió al ejecutivo otorgar el 84.5% de las vías principales existentes a manos de privados”.
AMLO no puede disimular sus complejos, mismos que plasma en sus risibles decretos. Eso de justificar: “Que fue realmente una desgracia el que el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, continuador de la política salinista, haya privatizado los ferrocarriles en México”; AMLO deja plasmados sus complejos anti empresariales ¿Una lástima abrir las puertas a la iniciativa privada a un negocio que no era rentable al gobierno? Fue lo más sensato. Eran trenes de la época de la Revolución. ¡Por favor! Si la idea de López es darle más poder a las Fuerzas Armadas, ¿para qué disimular el juego de la inversión de particulares en tan poco tiempo?
Para nadie es desconocido que las vías del ferrocarril datan de tiempos de la Revolución de 1910. Que los trazos son tan antiguos que requieren nuevas rutas, y por tanto, nuevos trazos.
Miles de millones de pesos para hacer atractiva la inversión privada. En tiempos de López Portillo y De la Madrid se intentó modernizar ese transporte, se construyó doble vía México-Querétaro; se electrificó y se tendieron miles de metros de cableado; se compraron las máquinas. Nada funcionó y todo quedó en el olvido. Se robaron el cable y con las nuevas vías hicieron lo que AMLO con el material de construcción de lo que sería el Aeropuerto de Texcoco: se robaron los riles; López se robó cientos de toneladas de acero y más.
El antiguo tren ya no era negocio para el gobierno federal. ¿Modernizarlo? No había dinero para ello. Así que se abrió la puerta a la inversión privada. ¿Tiene eso algo de malo? Claro que no. El problema radica en las retrógradas ideas de la izquierda, ideología que impulsa la capitalización del gobierno y se excluya a la iniciativa privada. Lo mejor es la economía mixta, la libre competencia.
Cualquier inversionista privado en la materia requiere no solo de millones de pesos para invertir, también luchar en contra del mismo gobierno para lograr todos los permisos para el funcionamiento; los derechos de vía de los nuevos trazos, las expropiaciones de tierras de las nuevas rutas y si pretenden utilizar las viejas vías existentes, es necesarios hacer una revisión exhaustiva de las misma, son viejas en todos los sentidos; constantemente hay descarrilamientos. ¿Se imagina con pasajeros a bordo de un tren? ¿Dónde adquirir máquinas y vagones modernos, aptos para vías viejas?
Es clara la pretensión de López Obrador. Dar más poder a las Fuerzas Armadas de México, les abre otro camino para ello. ¿No pueden los privados? Bueno, entonces entra en gobierno federal con trenes militarizados, subsidiados. Toda la inversión sería del gobierno federal. Nuevamente más empresas improductivas como el AIFA o lo que será el Tren Maya; también hicieron improductivo al Aeropuerto Internacional Benito Juárez; es más el dinero que eroga el gobierno que aquel que ingresa a las arcas de los militares. Más pérdidas al erario, dinero a fondo perdido. Más deudas para los mexicanos.
El siguiente párrafo del insulso decreto reza lo siguiente: “Que, a finales de los noventa, el Gobierno Federal, por conducto de la entonces Secretaría de Comunicaciones y Transportes, otorgó en concesión las vías troncales que corren al norte del país y las vías cortas del sureste, manteniendo bajo su control, únicamente, el ferrocarril del Istmo de Tehuantepec. Es decir, se entregaron en esencia a dos empresas con distintas denominaciones, 17 mil 484 kilómetros de vía y se canceló el servicio de trenes de pasajeros”.
Esa es otra parte de los razonamientos en el decreto que justifican la apertura a la inversión “privada” de trenes de pasajeros; no podían faltar las eternas quejas del presidente en contra del pasado, todo para abrir otra puerta más negocios en poder de las Fuerzas Armadas de México. ¿A ver quiénes son los valientes que se atreven a quitarle a los grupos castrenses los jugosos negocios? No cabe duda que AMLO creó la nueva casta de ricos empresarios mexicanos: los militares.
Otro fracaso de gobierno en ciernes, emanado de las frustraciones del presidente López.
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Nov 23
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