El futuro se acerca para toda la comunidad de la Universidad Autónoma de Querétaro; es casi una realidad el regreso a clases para el próximo 3 de noviembre. Esperamos que no se entorpezca el diálogo y que los que han querido mecer la cuna, queriendo pervertir el paro, ya dejen de intervenir.
Hoy en sesión extraordinaria de Consejo Universitario se firmarán los compromisos, si otra cosa no pasa, y esperemos que no pase.
Excelente que no se pierda el semestre, que se realice un esfuerzo para recuperar la academia, el conocimiento, tanto de estudiantes como del personal docente y administrativo.
Pero hay que hacer un reconocimiento a los paristas, que han logrado despertar conciencias; y es que lo que sucede en la UAQ, en el tema de la violencia de género, no es un caso aislado en el país, por el contrario, es el ejemplo de luchar por la dignidad.
La semana que recién termina nos sacudió con información de diferentes movimientos en la UNAM y en el Politécnico nacional, que al igual que en la UAQ tienen en su estructura anquilosada la práctica de la violencia de género.
El IPN enfrenta múltiples problemas con el regreso a las aulas y, para preocupación pública, en la UNAM también hay agitación.
Sus inconformidades comenzaron a percibirse antes de los clamores de justicia por la presunta violación, denunciada este mes, de una alumna de preparatoria por su maestro. Los reclamos se han acumulado, y en el primer caso, no llega la respuesta.
En el caso de la UNAM, ya se han empezado a tomar medidas para sancionar a los involucrados.
No es la primera vez que en estas instituciones se levanta la inconformidad por el tema de la violencia de género.
Pero las medidas no han sido suficientes, por eso la toma de escuelas y diversas instalaciones se hacen por reclamos justos: aumentar la matrícula como ha prometido el gobierno, más y mejores instalaciones, terminar con la discriminación y la violencia de género.
Muy similar a la UAQ, y esto se los decimos para calmar los ánimos de aquellos que acusan y han querido criminalizar el movimiento parista en la UAQ.
No es fácil la solución en la UAQ, porque es un problema que tal vez tenga raíces desde el mismo nacimiento de la universidad, desde su fundación que se toleraron los llamados porros, y donde solo mandaban y se mandaban con los alumnos los profesores.
El asunto es que la solución no es ni será el cambio de autoridades universitarias, porque la actual rectora se va a ir, ya sea cumpliendo con su mandato o de otra forma, pero se va a ir, al igual que el alumnado que tarde o temprano terminará su carrera, y se va; y el problema se queda, y los maestros se quedan, y el personal administrativo se queda.
¿Y luego? Pues como dice el dicho, será el mismo infierno –la violencia de género, sexual, física, académica– pero con diferente diablo –autoridades o grupo en el poder.
El cambio debe ser estructural, es ahí, en las prácticas cotidianas de la comunidad universitaria en su conjunto, donde se debe de combatir el problema, cambiar la cultura de toda la comunidad universitaria, principalmente de los que se quedan a vivir de la UAQ.
Que no se le apueste al olvido.
Una labor titánica, sí, pero necesaria: por eso se debe reconocer la capacidad de diálogo de las partes en conflicto, y dejar en claro que no es polarizando, y menos politizando un problema que se ha hecho visible en la UAQ; pero es en todo el estado, 10 feminicidios en lo que va del año, y ser el primer lugar nacional en violencia de género lo demuestran.
La comunidad universitaria tiene una oportunidad histórica para cambiar esa estructura que fue puesta desde su nacimiento, y que en cada periodo rectoral, que en cada escuela o facultad se fue fortaleciendo con la complacencia de directores y sindicatos, hasta querer hacer de la violencia una práctica normal, cuando no es así.
Si se buscan responsables, se van a encontrar en toda la estructura universitaria; pero qué bueno que ya se empieza a combatir, a recuperar la dignidad universitaria; pero lo más importante, recuperar la dignidad de las y los violentados.
Hay confianza en la capacidad de los paristas para no dejarse manipular y que sean carne de cañón para intereses de grupo o personales –de esos grupos que hacen carnita asada el fin de semana mientras sus “paristas” están en la guardia– y hay confianza en que las autoridades universitarias sean sensibles a las demandas y que ambas partes inicien en combatir esas malas prácticas de corrupción, impunidad y abuso de poder que se da en todas las instancias de la comunidad universitaria.
Que es verdad, son los menos; pero dañan mucho.
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Oct 22
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