[Me Lleva el Diablo] Xóchitl: promesas, no realidades

El jueves estará en Querétaro la joya del Frente Amplio por México, la senadora panista Xóchitl Gálvez. El jueves por la mañana estará en San Juan del Río, y por la tarde, en la Plaza de Armas de Querétaro.

Las promesas de campaña del morenismo –las corcholatas– ahí quedan, en prenda por si el electorado premia a alguno en la encuesta que se hará para definir al abanderado de Morena.

Pero por eso mismo, porque la oposición no es favorita en la competencia, se vuelve crucial el cuestionamiento de qué tipo de promesas y de realidades escucharán los queretanos de parte de Xóchitl Gálvez, hoy la opositora con posibilidades reales de llegar a la boleta, pero no para ganar la constitucional.

La senadora ha gritado mucho y lanzado amenazas, pero si se le quita el ruido al ambiente, está a la defensiva, descolocada y, podría uno sugerir, atemorizada –aunque ella dice lo contrario. La divulgación de información confidencial lleva a Gálvez a anunciar que iba a presentar una demanda penal en contra de AMLO por haber violado el Código Fiscal y abusar de autoridad al pedir información al SAT, donde formalmente no tiene acceso.

No lo hizo. Reiteró la amenaza días después, pero tampoco la presentó y optó por ir al Instituto Nacional Electoral para acusarlo de violencia política de género, que le fue negada.

La denuncia importante, sin embargo, no era esta última, sino la primera. ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué no se atrevió? Solo ella sabe.

Lo que sí sabemos los ciudadanos es que la base social conservadora (esencialmente las estructuras de la Iglesia católica y la ultraderecha nucleada en diversas organizaciones no partidistas) está organizándose ante la perspectiva, que consideran absolutamente viable, de que Eduardo Verástegui –sí, el actor– acepte postularse como candidato presidencial independiente, impulsado por las fuerzas nacionales mencionadas en el paréntesis inicial, pero sobre todo, por los factores transnacionales expansivos del voxismo y el trumpismo.

Por ello la elección presidencial mexicana de 2024 estaría en el escenario de una disputa del proyecto neoliberal salinista-priista-panista aliado a la ultraderecha mexicana y española de Vox–PP en la figura de Calderón y el proyecto populista de Morena y el presidente López Obrador.

Y digan lo que digan, en esa fórmula, en ese escenario no va Gálvez.

Tal vez por ello la semana pasada en redes sociales incluso se difunde un mensaje de dos de los organizadores de la base de apoyo a Verástegui (que incluye una plena estrategia electoral), Alejandro González y Ricardo R. Olivares: “Xóchitl Gálvez es la candidata perfecta para López Obrador, pues ella sería quien le levante la mano a Claudia Sheinbaum reconociendo que ella, Claudia, ganó”.

Y no podemos perder de vista los resultados de la encuesta que acaba de realizar la empresa Enkoll, según los cuales un 49 por ciento de la gente quiere que Movimiento Ciudadano postule candidato propio –contra un apenas 21 por ciento que prefiere que se sume a la alianza de PRI, PAN y PRD.

Porque resulta que ese dato se suma a otro perfilado por el partido naranja en el sentido de que son ya la segunda fuerza política del país.

Y si a lo anterior se suma la relevancia de que tienen el gobernador de Nuevo León, Samuel García, y el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio –alentados este fin de semana por el presidente Andrés Manuel López Obrador–, quienes puntean como figuras relevantes por el conocimiento y evaluación positiva de sus gestiones, al partido que encabeza Dante Delgado se le está generando un argumento que se contrapone a la narrativa de que en la oposición el arroz ya se coció.

Por eso a Gálvez solo le queda, además de denunciar mediáticamente todo lo que quiera, usar un discurso lleno de promesas.







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