[La Cruda Verdad] La última del año – Tercera Parte

Hace un tiempo leía –en la famosa red del pajarito– a un conocido; sí, conocido es la palabra, pues llamarle afamado sería exagerado, “troll” queretano quejarse amargamente de que algunos “pseudoanalistas” desprestigian e infravaloran el trabajo que hacen las redes sociales para ganar campañas electorales.

Obviamente y como verá, me sentí absurdamente aludido; porque ya durante un largo tiempo he sostenido dicha tesis, pues el impacto de las redes sociales es proporcional a la importancia que el ciudadano real le da en su vida cotidiana.

Le explico. Si a usted le vale madre lo que se diga en Twitter o Facebook, o quizá ni cuenta tiene, como mi amigo Willy, cuya interacción con las famosas redes es a través de terceros y a veces ni así, porque él prefiere enterarse de las noticias en el periódico, seguramente lo que se escriba en la “red del pájaro ruin” le es completamente indiferente.

Pero aterricemos la teoría. ¿Sabe usted cuántos mexicanos tienen acceso a Internet? Según el Instituto Federal de Telecomunicaciones, solo el 60% de la población. Ahora bien, de ese porcentaje, ¿cuántos usan Twitter o Facebook o ambas? De esas, ¿cuántas son de su estado? ¿Cuántas de su municipio? ¿Cuántas lo siguen? ¿Cuántas votan?

Si pudo dar respuesta a todas las preguntas, le tengo dos magníficas noticias, la primera es que es un privilegiado de la información; y la segunda, que está muy cerca de conocer su verdadero impacto en redes. Pero como ninguna felicidad es eterna, permítame una vez más ser yo quien rompa el encanto y pregúntese ahora ¿cuál es su trascendencia en la vida real?

Sí, al escribir esto estoy teniendo una insana sonrisa imaginando su frustración al no poder responder esta pregunta, pero no soy tan cruel y lo voy a ayudar. Solo siga al pie de la letra estas sencillas instrucciones. ¿Está listo? Muy bien, allá vamos.

Tome el papel de su elección, unos cuadros de papel higiénico del que acaparó en la pandemia puede servir, y escriba su nombre de usuario, quizá sea @queretanoinformado; ahora salga y toque la puerta de 10 vecinos –no lo limito, pueden ser más, el límite es su imaginación; es más, recorra toda su aldea con su letrero, usted es @queretanoinformado, tuitero disruptivo y conocidísimo entre los de su especie por mentarle la madre diariamente a las autoridades en turno.

¿Cuantos lo conocieron o reconocieron? ¿Cuántos saben que usted es @queretanoinformado,? Más triste, ¿cuántos saben que es su vecino? No llore, ¡por favor! No soporto destrozar sueños de grandeza, pero lamento desilusionarlo y decirle que eso es la importancia real de lo que vomita en redes.

Quizá, en su defensa, me argumente que su influencia es más allá de su colonia o aldea. Está bien, le daré otra oportunidad en ejercicio diverso, aunque no respondo por daños psicológicos. Ahí le va:

En una cartulina fluorescente escriba su usuario @queretanoinformado, cuélguesela al cuello y diríjase a la plaza pública más concurrida del estado. Si me permite sugerir, pudiera ser el Jardín Zenea en domingo por la tarde, durante el mismo tiempo que usted se va a vociferar en redes sociales.

¿Cuántos lo reconocieron? ¿Cuántos le dijeron: “oh, tú eres @queretanoinformado, tu tuit sobre el colchón meado que dejaron en la esquina de tu casa me hizo odiar al gobierno y cambió mi vida”? ¡Nunca nadie dirá o ha dicho eso! ¡Nunca nadie ha sido reconocido en la vida real por un pinche tuit! Ese es el verdadero impacto de las redes sociales, una horda esquizofrenizante donde todos hablan, pero nadie escucha.

Ahora, retomando el tema: ¿Se ganan elecciones por medio de las redes sociales? No, claro que no. Por eso es que cualquier político serio no voltea ni debe voltear a ver al grupo de chamacos chillones que se denominan “influencers” y que a través de Twitter y Facebook piensan cambiar al mundo; esos que juran que tuiteando con la periodicidad de diarrea infecciosa que el presidente municipal es pendejo, doña Juanita –que recibió atención de la autoridad y conoce al presidente y no a @queretanoinformado– va a cambiar su percepción y se sumará a su coro de zafios. Esos que por lo regular solo regurgitan entre ellos y se siguen entre sí, emulando a los “perros en círculos”, para posicionar algún hashtag pendejo como tendencia local, que será su logro de horas y presumirán como medalla olímpica. ¿Los identificó o se identificó?

Lo que pasa en redes, se queda en redes; la percepción de la realidad no cambia ni va a hacer ganar o perder a nadie. Si así fuera, Yuya sería presidenta; el Kuno, gobernador, y la famosa Gilbertona estaría sentada al lado de la Jesusa en el Senado.

Ser viral en redes no hace ni crea candidatos, y cuando un candidato se destruye, es por la difusión de hechos reales en redes, no al revés, no se confunda.

Aclaro, no digo que las redes no ayuden o que no sean necesarias; pero en su justa medida, como una plataforma de difusión, no como un eje rector; como lo que son, un instrumento más de comunicación y nada más.

Sé que en estos momentos me estoy ganando el odio de desconocidos que se venden como Community Manager, modernas ciberbotargas que manejan cuentas de políticos y bailan al ritmo que les tocan sus patrones. Pero las redes sociales no ganan elecciones; es más, no generan percepciones, porque se difuminan en un mundo de percepciones.

Por eso es que ningún analista serio toma en cuenta a las redes para hacer un proyecto político. Por eso es que en tiempos electorales, los candidatos van a estrechar manos a los mercados, en lugar de pedir el favor de @queretanoinformado.

En otro orden de ideas, siempre me ha llamado la atención la forma en la que muchos se encabronan al ver que un político profesional cambia de partido, como si estuviese obligado a permanecer ahí aunque sus intereses personales son otros, o quizá simplemente cambió de ideas e ideales. Y no, no justifico por el hecho de ser político, no se confunda; pero entendamos que los partidos políticos son instrumentos democráticos para la consecución del poder, y los políticos buscan el poder. Entonces es completamente válido que cambien de instrumento cuando en el que estaban se agotó o simplemente dejó de ser útil a sus intereses. Así de sencillo.

Y por favor, no romantice, los únicos que no cambian de partido son los que le van, como en el futbol; los aficionados le siguen yendo al equipo aunque al paso de los años los jugadores se vayan, regresen o hasta hayan jugado con el odiado rival.

Bueno, ahora hasta el año que entra. Les deseo a mis 7 lectores que todos sus propósitos se cumplan y un 2023 lleno de alegría y parabienes.

Como siempre, la mejor opinión es la de usted. Y recuerde, no me crea a mí, créale a sus ojos.







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