[Me Lleva el Diablo] La falsa y farsa propuesta de desaparición del INE y la marcha en su defensa en Querétaro

En la Cámara de Diputados federal hay en este momento unas 100 propuestas de reformas a la ley electoral, acumuladas, provenientes de todos los partidos políticos, pero el debate se centra en la que envió hace unas semanas el Ejecutivo federal.

El domingo, con la participación de empresarios y funcionarios públicos, presidentes municipales, principalmente emanados del Partido Acción Nacional, así como diputados locales y federales, dirigentes, militantes partidistas –los del PAN dicen que fueron como ciudadanos, no como militantes partidistas, lo que eso signifique– y ciudadanos, se registró la marcha por defensa del INE en Querétaro; se sumaron a ella poco más de 4 mil personas para la estadística y 10 mil para los optimistas.

Vestidos de los colores rosa y blanco, algunos con pancartas en las que se repetía la frase “El INE no se toca”, fue como integrantes de la clase y elite política del estado, principalmente, no todos, pero la mayoría, se concentraron en la explanada de la Alameda Hidalgo, punto de origen de la marcha convocada en contra de la iniciativa de reforma electoral presentada por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Se supone que el INE es de todos los ciudadanos, se financia con recursos públicos igual que todos los niveles de gobierno, aunque en realidad es de los partidos políticos; pero bueno, suponiendo que el INE sí es de todos los ciudadanos, pues las cuentas de la marcha son raquíticas.

En la entidad el padrón electoral, la lista nominal que aplicó en la pasada elección de 2021 fue de 1 millón 737 mil electores. Si tomamos en cuenta ese número de ciudadanos con derecho a voto, los 10 mil empresarios, ediles, diputados, senadores, regidores, dirigentes de partidos y ciudadanos que marcharon el domingo no representan ni el 1 por ciento de los ciudadanos que estamos registrados en el INE.

Pero bueno, vamos a verlo de otra manera, para evitar la polarización.

Debemos tener claridad en que una reforma electoral – existen más de 100 propuestas de este tema- no es cosa de un solo partido, por más mayoría que tenga, Morena no tiene el monopolio de la democracia, sino de un consenso amplio que la perpetúe en el tiempo sin sobresaltos ni cuestionamientos hasta que la sociedad marque nuevos cambios.

Pero tampoco es patrimonio de otros partidos, que en el país no tienen mayoría.

México es plural, no solo existen los chairos y fifís, los de Morena y los de los demás partidos; existimos los que no somos gente de partidos, ni de ideologías trasnochadas de derecha o de izquierda o de centro; no, hay ciudadanos que somos de ideas, de compromiso con la libertad de pensamiento y expresión.

La democracia no es patrimonio de una ideología, ni de la derecha ni de la izquierda, ni de la llamada de centro; la democracia no tiene dueño.

La democracia, como todas las libertades, se ejerce, no se pide o se limosnea, no se obtiene por decreto.

Una votación presidencial cada seis años no hace democracia. Tampoco una vez cada cuatro, ni cada tres.

Las urnas no son el único factor para determinar la salud democrática de un país.

Pero la ciudadanía, naturalmente, suele medir la democracia, en primer lugar, por la salud de sus elecciones, por todo lo que tiene que ver con los partidos políticos y su desempeño.

México se encuentra inmerso en una reforma del sistema electoral, que incidirá en la financiación de los partidos y del organismo y los tribunales encargados de organizar, vigilar y, en su caso, sancionar el proceso.

Todo es digno de revisión y mejora, sin duda. Con seriedad, desde luego.

Esta reforma planteada por el gobierno federal no empezó mal. La alianza opositora Va por México, formada por el PAN, PRI y PRD, aceptó a finales de octubre entrar a negociar con el partido mayoritario, Morena, el del presidente Andrés Manuel López Obrador. Solo Movimiento Ciudadano quedó fuera de ese propósito.

Pero la cosa se ha enredado en los últimos días por culpa de una encuesta del Instituto Nacional Electoral (INE) que mostró que: el 93% de ciudadanos apoya la propuesta de destinar menos recursos públicos a los partidos políticos; el 87% avala disminuir el número de diputaciones y senadurías a nivel federal; el 78% apoya que los consejeros y los magistrados electorales sean electos por el voto directo y ganen menos de salario y prestaciones.

El INE, dijeron, había ocultado los datos recabados porque no eran buenos para el propio instituto.

El domingo marcharon en la entidad para defender lo que el mismo INE dice que no se puede defender en su encuesta.

Claro que hay desinformación por ambas partes: ni se quiere desaparecer el INE ni se va a acabar la democracia, ni se ofende la democracia, porque el voto sigue siendo un ejercicio donde la mayoría de la ciudadanía se manifiesta y ejerce su derecho.

Por ejemplo, en la entidad del millón 737 mil ciudadanos votaron solo 908 mil, un 52 por ciento del padrón.

Ahí tienen material sobre el qué ir pensando para formar su opinión. Pero no es bueno olvidar que las elecciones no son el único elemento a tener en cuenta en una democracia.

La verdadera democracia rinde cuentas del ejercicio gubernamental, y eso nos lleva a cuestionar y denunciar la corrupción gubernamental, la transparencia, la impunidad, el abuso, el reconocimiento al ejercicio del poder que proviene de la democracia.

Entonces, si el INE es de todos, y en Querétaro hay un millón 737 mil ciudadanos empadronados, con derechos a salvo, corresponde a ese millón 737 mil ciudadanos decidir el futuro del organismo.

Así el INE sí se puede tocar, como se tocó en su momento el IFE y se convirtió en INE, y no se “manchó”, se “secuestró”, se “ofendió”, se “puso en peligro” la democracia.

La democracia no es patrimonio de minorías, por más que tengan el poder político y económico, ni empieza ni acaba en las urnas, como lo quieren hacer creer; ni con una propuesta de reforma a modo del partido en el poder federal, pero tampoco con la faramalla de defender a un organismo que a todas luces es indefendible en su gasto, en la forma en que se reparten los partidos la designación de consejeros, pero nunca, nunca se ha planteado su desaparición.

Pero bueno, al final todo va a quedar en manos del Congreso de la Unión, de los legisladores federales, que seguro estoy, van a aprobar la reforma, rasurada, principalmente en lo que corresponde al financiamiento a partidos, que no tocarán; pero no, el INE no desaparece, pero sí se toca. ¿Por qué no?







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